Avilés, con el Centro Niemeyer, presta su cara industrial al arte
Tras un desayuno relajado, disfrutamos de una última mirada del magnífico hotel donde habíamos estado alojados y al cual prometimos volver pronto.Tras esto, partimos dirección Avilés, una pequeña ciudad, que no estaba en la ruta inicial, pero que el camarero nos había recomendado la noche anterior, y que estaba en el camino hacía Cudillero (nuestro paradero para esa noche).
Al llegar a la ciudad nos dimos cuenta que se trataba de una ciudad industrial con fábricas y vías de trenes, ubicada cerca de la Ría de Avilés. A Rusko le recordó mucho a Pittsburgh, Pennsylvania. Ambas ciudades fueron conocidas por su industria de acero y ahora intentan redefinirse con empresas tecnológicas e innovaciones en sus espacios industriales. En 2008, Avilés fue nombrada “Isla de la Innovación.”
Aparcamos el coche y un simpático policía nos señaló dónde estaba el centro histórico de la ciudad. La primera cosa que vimos fue la iglesia de la Parroquia de San Tomás en la Calle de Cuba. No tuvimos tiempo para entrar, pero la fachada era parecida, en estilo, a la catedral de Gijón. La calle cerca de la iglesia es peatonal y caminamos hasta llegar a la Plaza Hermanos Orbon que tiene el Mercado de la Plaza. Fue un gran descubrimiento ya que es un mercado tradicional que sigue funcionando hoy en día. Dentro encontramos carnicerías, pescaderías, fruterías, puestos de verduras, puestos de pan y pastelería. Rusko probó un bollo preñao (un pedacito de chorizo dentro de un bollo de pan.) 1 euro por 3 pequeños bollos y Rusko muy contento con su snack de media mañana.
Después de visitar el Mercado, paseamos por la sección antigua de la ciudad atravesando la plaza del ayuntamiento y las pequeñas callejuelas entrecruzadas que encerraban tradición en sus adoquines y paredes pintadas. Hemos de decir que esta ciudad tiene otro ambiente distinto al de Gijón y Oviedo (de la que hablaremos más adelante.) Cruzamos un puente con los colores del arco iris para llegar a un nuevo espacio de arte: El Centro Niemeyer. En ese momento estaban exhibiendo una exposición de escultura titulada “Los siliencios de Colón” por Cristóbal Gabarrón. Dentro del centro, hay una torre espiral que nos llevó al mirador y al bar de cocktails (aunque estaban cerrados porque ser mediodía). De todas formas, las vistas eran espectaculares y pudimos ver la ría y las vías de los trenes. Fue aun más fácil imaginar cómo debió ser el Avilés industrial de años atrás.
Después de visitar el Centro Niemeyer, volvimos al centro histórico de Avilés y decidimos que ya era hora de comer. Caminamos hacia el coche porque el policía antes mencionado nos recomendó un sitio por la zona que estaba bien de precio. Se encontraba en la Plaza del Carbayedo, pero no nos convenció. Seguimos caminando y decimos probar en el Restaurante El Horreo. (Ojo- “el horreo” es una pequeña casita elevada usada para proteger y guardar la cosecha durante el invierno y el mal tiempo. Es una estructura vista frecuentemente en Asturias y un símbolo de la región).
Ruskomendamos la ciudad de Avilés con 4 boquerones. A Rusko le gustó mucho su visita a esta pequeña ciudad industrial convertida en centro cultural, pero es cierto que a Rusko siempre le gustan los contrastes (no sólo en las fotos sino también en los lugares que visita.)
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