Es un mercado que a lo mejor agobia, pero si consigues dejarte llevar y escuchar la música de las voces podrás disfrutar de la mañana
Un domingo soleado de otoño Rusko decidió explorar El Rastro Madrileño. Para llegar, Rusko cogió el metro hasta La Latina y siguiendo una verdadera ola de gente, llegó a una cuesta llena de puestos. El rastro como mercado al aire libre surgió en el año 1740 para ser un espacio donde vender ropas de segunda mano entre las clases bajas. En ese entonces estaba ubicado cerca del antiguo Matadero (por Puerta de Toledo). De ahí viene su nombre,ya que el “rastro” era el lugar donde se mataban los carneros por la huella o rastro que dejan tras de sí.
El mercado ha crecido a lo largo de los años y ahora el máximo número de puestos permitido es 3.500. Abre todos los domingos y días festivos del año entre las 9:00 y 15:00h en el barrio de Embajadores. Se extiende en torno a la Plaza de Cascorro en el monumento a Eloy Gonzalo hasta la calle de Ribera de Curtidores y la Plaza de Campillo del Mundo Nuevo en la parte sur.
La primera cosa que Rusko notó sobre el Rastro fue la gente variopinta que buscaba en sus puestos. Había turistas, estudiantes, madrileños, europeos, americanos y japoneses, entre otros. Todos buscando un tesoro al precio más barato. Rusko había previsto no gastar mucho dinero y por eso dejó su cartera en casa junto con las tarjetas de crédito y se llevó sólo 5 euros en el bolsillo. Es importante notar que El Rastro es muy famoso por sus carteristas y los robos. No hay que tener miedo, pero sí los ojos bien abiertos.
Los puestos tenían de todo- fulares, collares, pendientes, tubos de plástico, cerraduras, sellos, pinturas, rocas, cristales, sujetadores, libros, pintalabios y pintauñas, tocados para el pelo, barquillos de chocolate para comer, puestos con churros y chocolate, chapas, camisetas, relojes, juguetes, y más.
Es definitivamente el sitio para encontrar casi cualquier cosa que buscas. Los vendedores también gritan sus precios en voz alta para que te acerques un poco a sus puestos. Hay que admitir que Rusko no pudo resistirse a gastar 3 de sus euros en un fular bonito para el otoño.
Lo que más le gustó a Rusko del Rastro fue la oportunidad de observar a la gente y el ambiente que existe entre tanto regateo y búsqueda. Hay algo que realmente emana vida en el momento que uno encuentra un objeto que lleva tiempo buscando, o cuando encuentra un regalo perfecto para un amigo…o para uno mismo.
Es un mercado que a lo mejor agobia a algunos por la cantidad de gente y el movimiento constante, pero si consigues dejarte llevar por la corriente, mirar los colores, escuchar la música de las voces y si hay mucha suerte, disfrutarlo todo en una mañana de otoño con las hojas cambiándose de color, vale la pena y mucho. Ruskomendamos una visita (pero cuidado con gastar mucho) con 5 boquerones.