Las vistas del río y la ciudad desde la Ciudadela son una de las mejores cosas que ver en Namur
Antes de viajar a Namur, llegamos a Bélgica muy temprano por la mañana, en un vuelo hasta el aeropuerto de Bruselas donde cogimos el tren hasta la estación central de Bruselas. Aquí es donde hay conexión a muchos trenes que unen Bruselas con varias ciudades europeas como Amsterdam, Paris o casi cualquier sitio de Bélgica. En este viaje íbamos dirección al sur, a una región que se llama Valonia. En esta región, el francés es el idioma oficial mientras que en el norte, se habla flamenco. En Bruselas se puede encontrar los dos idiomas. Los trenes a Namur (nuestra primera parada) salían con frecuencia, y no tuvimos ningún problema en coger un tren en el margen de una hora desde nuestra llegada a la estación (justo el tiempo suficiente para desayunar y encontrar la vía correcta). ¡Ya íbamos para Namur!
El tren a Namur tardó poco más de una hora en llegar y durante el recorrido pudimos disfrutar del paisaje de Valonia. Aunque puede parecer un poco raro, los campos verdes y pueblos pequeños me recordaron mucho a la Pennsylvania rural de mi juventud. En España, puedes encontrar cualquier paisaje, desde desierto hasta montañas o bosques según te mueves por el país, pero esto era distinto, además de muy agradable el sentarnos y mirar por la ventana mientras pasábamos los pueblos volando.
Tuvimos un poco de mala suerte en cuanto al horario, ya que al llegar a Namur los restaurantes ya habían cerrado sus cocinas. Eran las 14h, y en España, es el comienzo de la hora del almuerzo, pero en Bélgica la mayoría de los restaurantes te van a decir que la cocina ya no sirve comida. Por eso, decidimos ir directamente al hotel, dejar el equipaje e intentar buscar algo para comer. Andando desde la estación hacia el hotel, disfrutamos de nuestras primeras vistas de Namur. Lo que vimos fue bastante moderno: casas, tiendas locales y restaurantes. Todo moderno, digo, hasta llegar al Museo Africano de Namur. El museo se encuentra dentro de lo que parece un antiguo castillo. La verdad es que el edificio es el antiguo cuartel de Leopold del siglo XIX. Dentro se puede encontrar varios documentos y “souvenirs” de Congo abarcando la geología, zoología, agricultura africana y etnología. También tiene una extensa biblioteca. Desafortunadamente, no pudimos visitar el museo ya que estuvo cerrado durante nuestra estancia en Namur.
Tras comer algo rápido cerca del hotel, partimos par a ver la famosa Ciudadela, donde todos nos avisaron que sería una buena caminata cuesta arriba. La Ciudadela se encuentra encima de una cuesta rocosa o un acantilado que tiene vistas de toda la ciudad. Es un buen sitio para caminar y disfrutar de la historia de la Ciudadela y también de su naturaleza. Con sus orígenes en la Edad Media (fue construido por los merovingios), la idea de la Ciudadela fue ponerla en la confluencia de los ríos Mosa y Sambre. Al subir la cuesta ya pudimos ver que las vistas iban a ser impresionantes y no nos decepcionaron. La Ciudadela misma está bastante bien conservada, especialmente considerando su edad. Hay un puente en forma de arco muy bonito y algunas de las paredes de la Ciudadela original dan una idea de la grandeza de este sitio como lugar para vigilar.
Además hay un centro de visitantes en la Ciudadela y visitas guiadas por si quieres aprender un poco más sobre la historia de esta construcción con siglos. Nosotros tuvimos que basarnos en la información que sacamos de internet, ya que carecíamos de tiempo, pero os aconsejaría aprovechar un tour, ya que ha sido testigo de los cambios continuos de poder en Bélgica por su posición estratégica en la confluencia de los dos ríos. A lo largo de los años, la Ciudadela fue tomada por no menos de cuatro países distintos (entre ellos, España, Austria, Francia y Holanda.) De hecho, hubo 9 otras fortalezas cerca de la ciudad de Namur para proteger este sitio aún más en cuanto al poder militar del siglo XIX.
Después de haber visitado la Ciudadela que es, sin lugar a dudas, el monumento más visible de Namur, cruzamos el Río Sambre y pasamos el antiguo mercado de carnes, el actual Museo de Arqueología. A esas horas, (un poco pasadas las 17h) todos los museos estaban cerrados, pero pudimos leer acerca de la historia en un cartelito en la puerta. Resulta que el mercado de carne, el “Halle Al´Chair” en francés, es uno de los únicos y más bellos ejemplos de la arquitectura del siglo XVI. A lo largo de los años, el edificio ha sido un colegio, tiendas, un arsenal, un hospital, un templo protestante para las tropas Holandesas, y hasta un teatro para las tropas francesas. En 1806 llegó a ser propiedad del Ayuntamiento y se convirtió en el Museo Arqueológico en el año 1855.
Como los museos estaban cerrados, y estuvimos un poco cansados tras haber subido la cuesta a la Ciudadela, decidimos que era la hora perfecta para descansar un poco. Encontramos un bar con una especie de terraza y pedimos una cerveza que ninguno de los dos conocíamos. Su nombre, “Jupiler” quiere decir Jupiter (como el planeta) y descubrimos que esta marca de cerveza rubia es producto de la región de Valonia en Bélgica. Nos sentamos allí contemplando a la gente pasar por la calle y disfrutamos un poco del ambiente de Namur que, a esas horas, estaba lleno de familias y estudiantes entrando en las tiendas y quedando para tomar algo.
Reanimados tras el pequeño descanso, continuamos para visitar el centro histórico de Namur con sus calles de adoquines. Llegamos al ayuntamiento de Namur, ubicado en Square Leopold. El centro de la plaza tiene un espacio grande para exhibiciones y había mucha gente paseando por la zona que se encuentra cerca de las calles principales de tiendas y de los edificios más históricos de la ciudad.
Desde Square Leopold fuimos a visitar la Iglesia histórica de San Loup. Esta iglesia de estilo barroco, antes llamada de San Ignacio, fue construida entre los años 1621 y 1645 por los Jesuitas. Cuando paramos allí, estaban haciendo un ensayo para un concierto de coro y no pudimos visitar dentro la iglesia tanto como hubiéramos querido, pero la nave era muy bonita y sin duda debe formar parte de cualquier recorrido. De alguna forma, nos sentimos afortunados por haber visto el ensayo de coro ya que añadió un toque especial a lo que ya era una iglesia bonita e histórica.
Saliendo de la iglesia de San Loup, nos encontramos en una de las calles del casco histórico de Namur. Estas calles, con sus edificios de ladrillo y sus adoquines parecen ser de otra época. Hay muchas tiendas pequeñas vendiendo desde encaje, “macarons” o ropa hecha a mano hasta antigüedades. El contraste entre este casco histórico y el de un pueblo español me sorprendió desde una perspectiva americana. Mientras las tiendas son y la forma en la que la gente se paraba a mirar los escaparates era similar, la manera de charlar con los propietarios me pareció familiar y había algo en el estilo de las tiendas y en la manera en la que la gente interactuaba, que me resultó nuevo y extranjero de una forma muy bonita.
Salimos de repente del laberinto de calles del casco histórico para encontrarnos delante del impresionante Catedral de Saint Aubain, construida entre los años 1751 y 1767. Esta iglesia reemplazó una que fue construida en el año 1047 por el Conde de Namur, Alberto II. La fachada de la iglesia es bastante bonita e impresionante, pero creo que la iglesia de San Loupe es más bonita (bajo mi opinión personal, claro está). La arquitectura es clásica de estilo y viene del siglo XVIII. Sea como sea vuestro gusto personal, merece la pena visitar la Catedral cuando visitéis Namur.
A estas alturas y con los pies cansados, necesitamos un descanso antes de ir cenar, así que empezamos a caminar hacía el hotel. Pero en mitad del camino, encontramos una tienda de dulces que tenía chocolates belgas y “macarons” auténticos en el escaparate. La verdad es que muchas veces durante este viaje pensé que estaba en un pequeño pueblo Francés (más que nada porque he pasado muy poco tiempo en Francia y por el idioma). Los “macarons” fueron otro punto delicioso en mi confusión cultural. Esta tienda, llamada Darcis, se encuentra en Rue Haute Marcelle número 5 y los “macarons” del escaparate eran igual de deliciosos de lo que aparentaban. Probamos uno que era una mezcla de coco y chocolate, otro que era de fresa y chocolate y uno de frambuesa. Esta tienda fue el punto final delicioso de nuestro paseo por Namur, una ciudad que ruskomendamos con 4 boquerones por su historia y su encanto. Un comienzo muy bonito de nuestro viaje por Valonia. Si queréis conocer más historias y aventuras de esta ciudad no os perdáis el post de nuestra amiga María de Callejando Por el Mundo sobre Dinant y Namur.