En nuestra primera toma de contacto ya nos dimos cuenta de todo lo mucho que ver en Bruselas
Bruselas es una de esas ciudades que a pesar de ser maravillosas, siempre acabas encontrando otros destinos más atractivos a los que al final acabas yendo. Por suerte, mi empresa tenía que unas reuniones allí a las cuales me envió, dándome la oportunidad de empaparme con su belleza y encanto, muy por encima de lo esperado. Mi estancia en el país belga fue de dos días con tiempo para poder pasear por sus calles darme cuenta de todo lo que ver en Bruselas. Con unas temperaturas totalmente veraniegas, el recorrer las calles ha sido de lo más placentero y agradable.
A las cinco de la tarde volamos para Bruselas con la compañía Iberia. Aunque estuviera previsto salir a las cuatro ya sabemos que pasa últimamente con las compañías aéreas y su respeto al consumidor. El vuelo fue muy corto y agradable, tomando tierra a las siete de la tarde aproximádamente. Al llegar al aeropuerto de Bruselas te das cuenta de que no somos tan malos y que en algunos aspectos, como en la usabilidad de las indicaciones, ganamos sobradamente en España.
Para empezar a ubicarnos en la ciudad, el aeropuerto (si no vuelas con Ryanair que te deja en Charleroi a 65 kilómetros) se encuentra al noreste de la ciudad de Bruselas, concretamente en Zaventem a unos veinte kilómetros. Yo me decanté por ir en tren, ya que me encanta cruzar y ver las afueras de las ciudades. Los paisajes eran muy bonitos, aunque tampoco me llamó la atención en especial nada hasta cruzar la zona financiera ya entrando en Bruselas.
Final del trayecto en la estación central (Gare Central, también está la opción de bajarse en Gare du Nord). El hotel para las dos primeras noches (que las pagaba la empresa) se encontraba en el Boulevard Anspachlaan a escasos diez minutos de la Grand Place. La opción más lógica hubiera sido coger el metro, pero el doble transbordo para algo que supuestamente estaba a quince minutos como me dijeron, me hizo decantarme por ir andando.
Al ir de camino al hotel pude observar que la gente se emborrachaba mucho más pronto que en España y que había mucho ambiente joven cuando la temperatura acompañaba. La primera anécdota llegó muy cerca del hotel, donde había un grupo de jóvenes envolviendo con una sábana una céntrica estatua. De repente vuelvo la mirada y la empiezo ver arder. Se ve que en el norte también se entretienen con estas estupideces. La zona parecía muy ambientada, pero también me daba una cierta sensación de inseguridad, en algunas zonas, que lo atribuyo a la hora que era, conociendo que en el norte empiezan a salir mucho antes.
Una de las dos opciones de alojamiento en Bruselas que tuve fue el Hotel Eurostars cuya primera impresión fue bastante positiva. Llegué a la habitación, solté las cosas y por fin me sentía en Bruselas, dispuesto a aprovechar cada segundo que tuviera disponible. Era hora de cenar en algún buen sitio ya que me lo merecía (y también porque lo pagaba la empresa). Es fácil saber que ver en Bruselas, ya que todo está cerca y pasear por su centro te hace evocar tiempos pasados. Sus casas con estilo anticuado y su paso del tiempo reflejado en las paredes me aproximaba a otra época.
La primera imagen que me acompaña de Bruselas es la de la Bolsa de Bruselas (la Bourse) muy semejante a la Bolsa de New York. La temperatura de 20 grados a las once de la noche positivizaba aún más el paseo y las ganas de recorrer las calles. Bordeando la Bolsa por la izquierda vamos entrando en las calles empedradas que dan acceso a su verdadero corazón: La Grand Place.
La retina es capaz de memorizar e inmortalizar aquellas fotografías mentales que verdaderamente nos han impactado. Cuando entras a la Grand Place de Bruselas y observas la majestuosidad de lo que tienes delante, sabes que se ha producido uno de esos momentos. Una inmensa plaza repleta de detalles en cada uno de sus rincones y edificios. En sus paredes no faltaba un ápice de belleza. Para los amantes de la fotografía como yo, es el momento en el que se produce un exceso de instantáneas que podrían formar parte de mi galería personal.
Aunque tenía referenciados múltiples sitios para comer, preferí disfrutar de las vistas de la Grand Place y cenar en la terraza del restaurante «Le Roi Espagnol». Unas albóndigas en salsa de pera y manzana, acompañadas de mi cerveza Leffe y con vistas a tan monumental plaza hicieron de la noche un espectáculo donde todos los sentidos vibraban al unísono. Además la amabilidad de los camareros y su complicidad hicieron que mi primera experiencia en la capital belga fuera más que positiva.
Seguimos descubriendo qué ver en Bruselas en nuestro segundaparte del recorrido
Finaliza nuestra jornada laboral pronto, menos mal porque así pudimos disfrutar de la ciudad de Bruselas con tiempo. Antes de comenzar nuestra caminata, tocaba cambiarse de hotel a otro más económico para estos últimos días. El segundo alojamiento en Bruselas elegido fue el Hotel Aristote, muy cerca del que habíamos estado y por tanto seguíamos en pleno centro. Este hotel era más pequeño y austero, aunque por el precio no estuvo mal del todo, siendo además simplemente para dormir.
Por fin, con ropa cómoda nos vamos a descubrir el centro de Bruselas. Estando de vacaciones se ve de manera diferente y es más fácil fijarse en los detalles. Llama la atención que como, debido al clima, toda la gente se echa a la calle y disfruta de las terrazas y de estar el tiempo máximo fuera de su casa. La verdad es que el ambiente, ya digo será por el clima por lo que me han dicho, era impresionante. Hay una estatua que me llamó mucho la atención y era la de una señora mayor que resulta que era Madame Chapeau, un personaje de la obra teatral Bossemans et Coppenolle (está subiendo desde el Hotel por Rue du Midi).
Girando en la Rue des Grands Carmes vimos un restaurante etíope con música en directo por la noche, al que no entramos pero que nos llamó mucho la atención. Un poco más adelante nos encontramos el Menekken Pis. Yo puedo comprender que sea un símbolo de la ciudad, pero me parece demasiada publicidad para una estatua de unos cincuenta centímetros, por mucha historia que tenga. Un gran número de turistas y enormes medidas de seguridad acompañaban a este pequeño niño meón. Subiendo la Rue de l’Etuve llegaremos directos a la Grand Place.
Tener la fortuna de estar en medio de Grand Place es algo impagable. La grandeza de cada uno de los edificios que la rodea, el mínimo detalle de cada una de sus esculpidas paredes y el ambiente de solemnidad que desprende es algo que tan solo se puede sentir estando allí presente. Hay que tomarse una cerveza, aunque cueste algo más, mientras observas detenidamente cada rincón y fotografías una mínima parte de lo que tu mente quisiera inmortalizar. Es de esos sitios que se te graban a fuego y que te gustaría poder compartir tal cual con todo el mundo.
Seguimos nuestro camino, a la espera de que las siguientes visitas pudieran acercarse en belleza a lo que acabábamos de contemplar. Sería difícil, pero aunque menos impresionantes había mucho por ver aún. Subiendo la Rue du Marché aux Herbes cercana a Grand Place, desembocamos en Les Galeries Royales Saint-Hubert y más concretamente en la Galería de la Reina, ya que está compuesta de dos. Unas impresionantes galerías de tiendas, que hoy día simulan o más bien son un centro comercial. Una tienda que me llamó la atención mucho fue una cómics que tenía interminables ejemplares de las aventuras de Tintin.
Seguimos caminando, con una temperatura idónea para ver la Catedral de Saint-Michelle. Un edificio precioso de estilo gótico al que no entramos por estar cerrado pero del que obtuvimos una gran panorámica exterior. Pronto llegamos a uno de los pulmones de Bruselas, al Parque de Bruselas, una gigantesca extensión en pleno centro que sirve de descanso entre tanta actividad. Frente al mismo, se encuentra el Palacio de la Nación y el Parlamento Belga. La tarde va cayendo, pero no nuestros ánimos de seguir descubriendo más rincones de la ciudad.
Por detrás del parque, bordeando por la Rue Royale nos encontramos el impresionante Palacio del Rey y en la esquina el Museo Belvue que te explica toda la historia nacional de Bélgica. Si seguimos bajando la Rue Royale nos encontraremos un sinfín de edificios históricos, entre los que destaca el Museo de los Instrumentos. Además de ser precioso, aloja en su azotea una terraza donde comer fantásticamente por un buen precio, mientras disfrutas de las vistas. Además, justo al lado tenemos un precioso mirador con impresionante vistas también. Estando un poco alejados del turismo, nada más relajante que tomar un descanso en los jardines de la Place du Petit Sablon contemplando el paisaje.
Es la hora de la cena y nos habíamos quedado con la deuda de visitar el magnífico ambiente de bares de la Rue de Bouchers. Sin duda os encantará, una calle al más puro estilo de Montmartre llena de restaurantes con sus menús en la puerta y camareros con el máximo afán por convencerte de entrar a su local. Casi terminando la calle, vimos uno que nos convenció y que finalmente podemos calificarlo de aceptable. Se trataba del Lobster House, en el que pudimos disfrutar de la famosa fuente de mejillones y un solomillo bastante aceptable. No lo recomendamos, porque hay mejores restaurantes que éste aunque si pasáis no obtendréis mala opinión. Disfrutar de unas copas en el restaurante etiope con música en directo, fue la última opción y sin duda un auténtico placer.
Otros rincones que ver en Bruselas son el Atomium y el Mini Europe, ambos algo alejados de la ciudad en Bruparc. Merce la pena visitarlos sin duda, ya que te mostrarán una parte diferente de la ciudad. Ruskomendamos una visita a Bruselas con 4 boquerones, ya que a pesar de su conocida afluencia de gente relacionada con política y negocios, sorprende por su identidad cultural y sus bonitos rincones. ¡Rusko os desea una feliz estancia en Bruselas!